Lo primero que visitamos, para evitar aglomeraciones, fue el elevador de Santa Justa diseñado por un alumno de Eiffel permite unir la parte baja de la ciudad con una de las colinas. Al margen del medio de transporte, las vistas que se pueden disfrutar desde la terraza superior son impresionantes.
Después del elevador, nos dirigimos al Convento de los Jerónimos, que fue mandado construir por el Rey Manuel I con los tesoros que se consiguieron en las colonias de ultramar. Tanto el claustro como a la iglesia son impresionantes y reflejan el esplendor que el Imperio Portugués tenia en aquellos tiempos. Al lado del monasterio esta la pastelería Belém donde venden los famosos pasteles de crema que tienen el mismo nombre.
Enfrente del monetario, esta la Torre de Belém, una fortaleza construida para proteger la entrada al puerto, el conjunto lo compone un gran parque donde hay un monumento a los primero pilotos que cruzaron el Atlantico en avión.
Un poco más adelante, esta el Monumento a los Descubrimientos, según nos contaron el primer monumeto era en madera. La verdad es que impresiona cuando estas a su lado, una cosa es lo que ves en fotos y otra cuando llegas a él. En él están representados héroes portugueses relacionados con los descubrimientos, en total hay 33 figuras. A los pies del monumento hay una enorme rosa de los vientos regalo del Sudáfrica.
Después de comer, bajamos paseando por el Parque Eduardo VII, hasta la plaza Marques de Pombal, continuamos por la Avenida de las Libertades, hasta llegar a la Plaza de Estacao Restauradores, donde subimos en el funicular para dar una vuelta por la parte alta, disfrutamos de las vistas de Mirador de San Pedro de Alcantará, donde por cierto hay artistas callejeros a los que se les puede comprar cuadros con motivos típicos por un buen precio. Paseando por las calles de este barrio, llegamos al Pavilhao Chines, un bar donde tomar una copa y contemplar los cientos de colecciones que de todo tipo de objetos tienen.
Bajamos nuevamente el funicular y proseguimos hasta la Plaza de Pedro IV, desde esta callejeando llegamos hasta la Plaza del Comercio, en esta zona todas las calles son rectas, están llenas de tiendas y hay muchas terrazas en las que sentarte a tomar algo y también puedes disfrutar de los artistas callejeros que hay en las mismas.
En resumen Lisboa es una ciudad que tiene, en nuestra opinión, un encanto especial por la que se puede pasear tranquilamente disfrutando de sus calles y de sus vistas, nos falto subirnos en alguno de los famosos tranvías que recorren la ciudad, sobre todo en el celebre 28 que es una linea circular que da una vuelta a toda la ciudad.